miércoles, 25 de septiembre de 2019

El regreso de Fox


El pasado sábado, en plena Asamblea Nacional en la que el PAN conmemoraba sus primeros ochenta años, Vicente Fox regresó al partido. Lo hizo al más puro estilo del hijo pródigo: después de años de desencuentros y de acercamiento con el PRI. Y al más puro estilo del propio Fox: con una gran capacidad de comunicación y una frase que al día siguiente fue la nota en todos los medios: “¡Hay que darle en la madre a la 4T!”. Genio y figura, pues.

Resultado de imagen para vicente foxMás allá de lo anecdótico –las botas de charol, José Luis Borgués, y cosas por el estilo—la verdad es que Vicente Fox fue un muy buen Presidente. Durante su gobierno hubo una reducción efectiva de la pobreza, la mayor en la historia reciente de México. A pesar de un entorno internacional muy complicado, marcado por el 11 de Septiembre en Estados Unidos, logró mantener estabilidad y un tímido crecimiento económico que hacia el final de su sexenio era de alrededor del 5% del PIB (ya quisiéramos hoy crecer a una tercera parte de eso). Transformó una política exterior anquilosada en un nuevo activismo que se dedicó a defender, con algunos exabruptos ciertamente, la democracia, los derechos humanos y las libertades en la esfera internacional. Fue en todo momento respetuoso de la separación de poderes y creó instituciones fundamentales para garantizar derechos, muchas de las cuales, por cierto, hoy están amenazadas o ya fueron desaparecidas: el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política Social, el Instituto Nacional de Acceso a la Información o el Instituto Nacional de Evaluación de la Educación. En su gabinete había personajes de primer nivel, como Julio Frenk, Jorge Castañeda, Carlos Abascal, Josefina Vázquez Mota, Santiago Creel o José Luis Luege.

Por todo ello fue que terminó su sexenio con una alta aprobación ciudadana, mayor al 60%, lo cual fue determinante para que el candidato del PAN, Felipe Calderón, pudiera ganar la muy reñida elección presidencial de 2006.

Como ex Presidente, Fox ha cometido errores. El principal llamar a votar por Enrique Peña Nieto en 2012 y coquetear con Meade en 2018, a pesar de que finalmente votó por Ricardo Anaya. Sin embargo, su figura está ya en la historia de México. Y si alguien tiene experiencia en derrotar a López Obrador, es precisamente Fox. Por eso los de Morena están tan molestos con esta reincorporación.

Hizo bien el PAN en reconocerlo e invitarlo nuevamente a sus filas: en sus ochenta años de trayecto en la vida pública de México, Vicente Fox ocupa un lugar fundamental. El histórico cambio político de 2000 no hubiera sido posible sin el talento y el carisma del guanajuatense. Ahora debe el PAN tener la capacidad de comunicar que el regreso de Fox no es un acto aislado, mucho menos un reemplazo mediático de la actual dirigencia, sino un acto generoso de ésta para ir a buscar a todos aquellos que en estas ocho décadas han sido piezas fundamentales del partido pero por diversos motivos, muchos de ellos legítimos, se han alejado del mismo.

Por lo pronto, es evidente que el presidente del PAN, Marko Cortés, se apunta un tanto con esta suma, que seguramente irá acompañada de muchas otras. En un país polarizado como al que nos está llevando AMLO, ninguna figura puede quedarse en la banca.

sábado, 20 de abril de 2019

Notre Dame y el espíritu de Europa


El incendio de una parte de la catedral parisina de Notre Dame conmocionó a todo el mundo. Jefes de Estado y líderes de diversas naciones expresaron su tristeza y su disposición a colaborar en la reconstrucción. En los medios de comunicación se hizo énfasis en su arquitectura gótica –quizás sea la construcción más emblemática de este estilo— y en que es el monumento de Francia más visitado al año por los turistas, alrededor de trece millones.

Lugar turístico, joya arquitectónica y símbolo de Francia, la Catedral de Notre Dame es, sin embargo, mucho, muchísimo más que eso. Notre Dame encarna y representa los valores de esa Europa milenaria que hoy pareciera estar en declive. Lo dijo de manera magistral Gabriel Albiac en un artículo publicado en tiempo real mientras las llamas devoraban la aguja de la Catedral: no es arte lo que se destruye, es espíritu.

Europa ha sido una identidad histórica, cultural y moral, más que una simple referencia geográfica o, recientemente, una unión política y económica. Esa identidad se ha construido a partir de un conjunto de valores universales que, como bien señaló Benedicto XVI, el cristianismo contribuyó a forjar para que pudieran actuar como fermento de civilización. El Papa Emérito se ha lamentado en numerosas ocasiones de que la Europa actual esté perdiendo la confianza en su propio porvenir por privilegiar una razón abstracta que pretende emanciparse de toda tradición cultural.

Esa tradición cultural europea de origen judeocristiano va más allá de las prácticas religiosas puntuales o de creencias individuales. Incluso agnósticos como Marcello Pera o el ya mencionado Albiac han subrayado su relevancia. Es una herencia que se ha transmitido durante generaciones, es ese “rumor de fondo” del que habla con acierto Rafael Navarro-Valls cuando hace alusión a la “democracia de los muertos”, es decir, a esa suerte de pacto que nos incluye no solo a las generaciones actuales: también a las que ya pasaron y a las que habrán de venir.

Esa tradición fue llevada por Europa a América y a otras partes del mundo que hoy forman parte de la civilización occidental, esa que bebe de tres grandes fuentes: la razón griega, el derecho romano y el amor cristiano. Atenas, Roma y Jerusalén se fundieron en una tradición de la que se derivan valores como la dignidad humana, la libertad, la solidaridad, el respeto a la vida, la igualdad o la fraternidad, los cuales ya están hoy reconocidos en la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea.

Notre Dame simboliza todo eso. Al igual que las otras imponentes catedrales europeas, se construyó pensando en lo sagrado, en lo inmaterial, en lo trascedente. Como consecuencia de esos altísimos propósitos y de ese espíritu creador, el arte se manifestó en toda su plenitud y a lo largo de ocho siglos ha logrado resistir la ira de los revolucionarios, la barbarie de los comuneros, los horrores de dos guerras mundiales y ahora un devastador incendio.

Si a partir de lo acontecido esta semana ese espíritu se renueva, el incendio de la vetusta Catedral puede convertirse no en una tragedia sino en un sacrificio, es decir, en un holocausto que no es en vano.