El pasado sábado, en plena
Asamblea Nacional en la que el PAN conmemoraba sus primeros ochenta años,
Vicente Fox regresó al partido. Lo hizo al más puro estilo del hijo pródigo:
después de años de desencuentros y de acercamiento con el PRI. Y al más puro
estilo del propio Fox: con una gran capacidad de comunicación y una frase que
al día siguiente fue la nota en todos los medios: “¡Hay que darle en la madre a
la 4T!”. Genio y figura, pues.

Por todo ello fue que terminó su
sexenio con una alta aprobación ciudadana, mayor al 60%, lo cual fue
determinante para que el candidato del PAN, Felipe Calderón, pudiera ganar la
muy reñida elección presidencial de 2006.
Como ex Presidente, Fox ha
cometido errores. El principal llamar a votar por Enrique Peña Nieto en 2012 y
coquetear con Meade en 2018, a pesar de que finalmente votó por Ricardo Anaya. Sin
embargo, su figura está ya en la historia de México. Y si alguien tiene
experiencia en derrotar a López Obrador, es precisamente Fox. Por eso los de
Morena están tan molestos con esta reincorporación.
Hizo bien el PAN en reconocerlo e
invitarlo nuevamente a sus filas: en sus ochenta años de trayecto en la vida
pública de México, Vicente Fox ocupa un lugar fundamental. El histórico cambio
político de 2000 no hubiera sido posible sin el talento y el carisma del
guanajuatense. Ahora debe el PAN tener la capacidad de comunicar que el regreso
de Fox no es un acto aislado, mucho menos un reemplazo mediático de la actual
dirigencia, sino un acto generoso de ésta para ir a buscar a todos aquellos que
en estas ocho décadas han sido piezas fundamentales del partido pero por
diversos motivos, muchos de ellos legítimos, se han alejado del mismo.
Por lo pronto, es evidente que el
presidente del PAN, Marko Cortés, se apunta un tanto con esta suma, que
seguramente irá acompañada de muchas otras. En un país polarizado como al que
nos está llevando AMLO, ninguna figura puede quedarse en la banca.