domingo, 7 de abril de 2013

La farsa contra el hambre

Con bombo y platillo, muy en su estilo mediático y efectista, el Presidente Enrique Peña Nieto echó a andar su programa social estrella, llamado pomposamente "Cruzada contra el Hambre". Este programa va a operar en 400 municipios y se supone que brindará apoyos directos a la población que se encuentra en una situación de pobreza alimentaria.

Sin embargo, al revisar cuidadosamente los municipios beneficiados con este programa nos damos cuenta que no son los reportados por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) como los de mayor marginación y pobreza alimentaria, como la lógica y el sentido común indicarían. Más bien, muchos de los municipios incluidos son los que concentran mayor población precisamente en un año en donde habrá elecciones en 14 estados.

Veamos algunos ejemplos:

El municipio de Aguascalientes sí fue incluido en el programa, a pesar de que solamente el 2.3% de su población se encuentra en pobreza extrema. Pero en ese municipio, que este año tendrá elecciones, vive el 70% de la población del estado.

El municipio de San Francisco Tlapancingo, en Oaxaca, es uno de los más pobres de ese estado con casi el 60% de la población en pobreza alimentaria. Uno pensaría que sería un candidato natural para recibir los apoyos de la Cruzada contra el Hambre. Pues no, no está en la lista de los 400 municipios prioritarios. ¿La razón? Tal vez porque no elegirá a sus autoridades de forma ordinaria, sino a través de usos y costumbres, por lo que no podrá aportarle ningún voto al PRI.

En Chihuahua, tres de los municipios que concentran mayor pobreza alimentaria son Batopilas, Urique y Balleza. No están incluidos en la Cruzada contra el Hambre. Sí lo está, en cambio, la capital Chihuahua, en donde vive la mayoría de la población, aun cuando sus tasas de marginalidad sean realmente bajas.

En Yucatán no fueron incluidos dos de los municipios más pobres, como Chemax o Yaxcabá, y en cambio sí lo fue Mérida, en donde la pobreza extrema es de tan sólo el 3.3% pero en donde vive la gran mayoría de la población del estado.

Y así nos podríamos ir estado por estado y veríamos estas inconsistencias. De hecho, si hacemos una sencilla correlación estadística entre el porcentaje de la población municipal con carencias alimentarias y ser municipio beneficiado del programa, llegaremos a un número realmente bajo: 0.36.

No hay, pues, criterios técnicos, objetivos y rigurosos de política pública bien focalizada en esta Cruzada contra el Hambre. Más bien hay populismo electorero y clientelar, lo que supone sin duda un enorme retroceso en lo que a política social se refiere. Otra vez vemos a los programas sociales como instrumentos al servicio no de los ciudadanos sino del gobierno para ganar elecciones. Regresan, junto con el PRI, esas prácticas que poco a poco se habían superado. La restauración está en marcha.

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